El dinero ha obedecido desde su origen a una finalidad eminentemente práctica, no en vano en su inicio el “salario” era, literalmente, sal, ya que ¿había algo más práctico que pagar con el mejor medio para conservar alimentos?
Con la mejora de las comunicaciones crecieron las relaciones comerciales y fue necesario buscar nuevas formas de “dinero”, nuevamente más prácticas y más seguras (imagínense ser rico y tener que almacenar toneladas de sal: reconocerán que es poco manejable y seguro… sobre todo, si llueve). Así, se pasó a los metales preciosos, a acuñar moneda, al dinero fíat, y más adelante a apuntes meramente electrónicos.
Esta tendencia en búsqueda de una forma de “dinero” útil y práctico encaja ahora con la aparición de las criptomonedas y de las fintech, un paso más en la evolución del concepto de dinero para que sea más útil en un entorno online y que utiliza el blockchain para otorgar mayor seguridad. El objetivo es lograr un sistema más práctico y seguro pero, ¿lo es en realidad? ¿Viene para convivir con otras formas de moneda, o para reemplazarlas y suponer la desaparición del dinero físico?
Me permito empezar por el final, quizás para remarcar algo quizás obvio: las criptodivisas no reemplazarán al dinero fíat, pero sí se instaurarán como un modelo alternativo, eficiente y fiable. Buena muestra de ello es que las principales entidades financieras de nuestro país harán una prueba de dinero digital tokenizado, o que los principales bancos centrales del mundo exploren la posibilidad de una moneda digital que coexista con el efectivo.
Sin embargo, en estos momentos la población alberga dudas sobre este tipo de activos, principalmente porque no existe una normativa consolidada que te haga sentir “seguro” al usar una moneda virtual. Pero que no contemos con una regulación clara y específica no quiere decir que no existan normas aplicables a los nuevos negocios financieros… simplemente tenemos que recurrir, por analogía, a las normas creadas para los sistemas financieros tradicionales; y eso, como es lógico, provoca no pocas fricciones.
Mientras la legislación se endurece y trata de adecuarse a los cambios tecnológicos, lanzar una ICO (Initial Coin Offering) y una dApp, montar un sistema de juego online o apuestas deportivas con Bitcoin, operar una plataforma de trading con cripodivisas de terceros o crear un sistema de pagos con monedas digitales, aunque técnicamente sea relativamente sencillo, supone un riesgo muy elevado sin una adecuada planificación y una estrategia legal clara: al fin y al cabo, ¿moverían ustedes su carro de sal sin tratar de informarse previamente sobre si va a llover, o si siquiera existe un camino transitable?
Aunque la normativa fue creada, originalmente, para la banca o los fondos de inversión, operar con criptoactivos se ve afectado por leyes como la que regula la prevención de blanqueo de capitales, que exige conocer con detalle al cliente (KYC), o la que obliga a declarar el origen de los fondos para poder desbloquearlos (modelo 720 de Hacienda si se encuentran en un wallet en el extranjero); pero también por otros aspectos relacionados con los deberes de información, sujeción a normativa de registros públicos y cumplimiento normativo sectorial o fiscal. Y si a estas alturas se están plantando constituir una sociedad en Estonia, con su ciudadanía virtual y demás ventajas, para librarse de todo esto… me temo que no basta.
Utilidad y utilidades
El auge de los mecanismos privados de cotización ha propiciado que el valor de mercado de muchos criptoactivos haya crecido muy rápidamente. De ahí que se hayan convertido, entre otras cosas, en un importante valor refugio o en un nuevo filón para la especulación.
Como consecuencia, hemos asistido en los últimos años a una escalada de creación de tokens, de lanzamientos de ICOs para crear nuevas altcoins virtuales más allá de las ya asentadas Bitcoin (BTC), Etherum (ETH), Dash o Ripple; así como de nuevos sistemas de trading, o nuevos wallets que permitían a los usuarios realizar unas u otras operaciones. Entre sus ventajas, destaca que cumplen su función dineraria… pero sobre todo, que aportan una cierta sensación de anonimato. Ahora bien, que nadie se lleve a engaño: tener, jugar, invertir, tradear o mover criptos cuyo valor va en aumento es estupendo… hasta que se convierten a moneda fíat; y no les sorprenderá saber que la Agencia Tributaria no es muy amiga de los patrimonios no declarados (de hecho, desde 2017 incluye en su Plan Anual de Control Tributario y Aduanero aspectos sobre el control de cripotoactivos; y ayer mismo, el Consejo de Ministros aprobó el Proyecto de Ley de medidas de prevención y lucha contra el fraude fiscal, que pretende un mayor control sobre las criptomonedas, con unas mayores obligaciones de información sobre la tenencia y operativa con monedas virtuales, tanto situadas en España como en el extranjero).
Adicionalmente, este «anonimato» (entre comillas), unido a la poca atención de las autoridades al sector, han propiciado una cierta sensación de impunidad, que se traduce en un aumento sostenido de las denuncias y querellas contra plataformas opacas: estafa, apropiación indebida o administración desleal son tipos delictivos del código penal de 1995 que planean sobre algunas de las plataformas que operaban con BTC en el ámbito de la especulación. La última: el cierre de herramientas como Arbistar 2.0, que supuestamente han dejado a 120.000 usuarios sin sus criptomonedas, con un valor estimado de miles de millones de euros. Spoiler: cuando esto sucede, el legislador suele reaccionar sobrerregulando, ¡prepárense!
Volviendo a la pregunta inicial: desde luego, llegaremos a convivir con cripotomonedas de una forma mucho más accesible y común que la actual. Pero para ello, tanto plataformas y negocios como usuarios de cripotactivos deben buscar y encontrar su sitio en el tablero de juego del mercado y cumplir con las reglas vigentes. Ahora bien, únicamente con plataformas confiables, transparentes para el usuario y con un adecuado encaje legal se podrá llegar a un modelo en el que las cripomonedas formen parte de nuestro día a día. Y en cuanto a los usuarios… me temo que ya se están dando cuenta de que ese completo anonimato, como el frotar, se va a acabar.
Resumiendo: las criptomonedas serán útiles (para varios fines) y seguras (para todos y en todas partes)… o, simplemente, no serán.