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(el) Salón (es) mi empresa

En este mismo mes de febrero se celebra, un año más, el “Salón mi empresa” en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, referente punto de encuentro de emprendedores y pymes, y un evento que nos es especialmente cercano por nuestra actividad diaria… y porque, además, se celebra justo enfrente del despacho. Un lujo, vamos.

El título nos recuerda un modelo de lanzamiento de negocio que se ve cada vez con más frecuencia: crear y gestionar una empresa desde el salón de mi casa. Los motivos que llevan a un emprendedor a montar su negocio en su hogar son tan diversos como cada situación personal, pero hay determinados factores que resultan determinantes: prescindir de los elevados costes estructurales y fijos que supone el alquiler de un local; conciliar la actividad con la situación familiar y personal; combinar el proyecto con el trabajo actual hasta “ver que tal va”; y, por supuesto, el miedo a que la idea no funcione y hayamos incurrido en gastos innecesarios.

Sea cual fuere el motivo, la cuestión es que muchos emprendedores están recuperando la mesa de estudios (incluso el estuche) que tanto usaron en la Universidad para comenzar negocios o micronegocios a los que ven potencial. Pero el hecho de hacerlo “desde casa” no quiere decir que no tengamos que tener en cuenta una serie de puntos imprescindibles para que, si todo va bien, podamos crecer y consolidar nuestro negocio… y si, desafortunadamente, no es así, podamos plegar velas reduciendo los perjuicios al mínimo posible. Es el momento de miles de preguntas que es preciso contestar incluso antes de dar el primer paso, y hoy nos ocuparemos de las primeras cuestiones legales que creemos que todo “emprendedor de salón” debe plantearse. Ojo, que van:

En primer lugar tenemos que preguntarnos: ¿puedo hacer esto aquí? En solamente cuatro palabras, lo que condensamos es la siguiente información: si existen obligaciones legales que mi negocio deba cumplir para poder realizarse desde un domicilio particular; si son necesarias licencias, permisos o trámites de algún tipo; si voy a necesitar realizar obras o no; si mi comunidad de vecinos tiene establecidas normas que lo impidan; etc. etc. Hablamos de la viabilidad legal pura del negocio en el contexto exacto de tu salón. Hasta que no estemos seguros de esto, mejor no sigamos con lo demás, o nos expondremos a perder tiempo y dinero.

Cuando ya sabemos que podemos llevar a cabo nuestra idea desde el sofá llega el momento de contestar: ¿“qué” queremos ser? Esta frase no es tan metafísica como parece, no nos asustemos. Las cuestiones sobre adónde queremos llegar, que necesidades vamos a suplir, nuestra imagen y estilo… las dejamos para el plan de negocio. Me refiero únicamente a nuestra personalidad jurídica. ¿Autónomo? ¿Sociedad limitada? ¿Comunidad de bienes? ¿Asociación? Cada una tiene sus pros y sus contras, pero teniendo en cuenta la rebaja en tiempo y formalidades que últimamente se ha conseguido para constituir una SL… yo empezaría mirando esta posibilidad.

Esta decisión resulta indispensable para tomar otras posteriores, como qué tipo de obligaciones fiscales tendremos, incluyendo la decisión de afectar o no parte de la vivienda a la actividad; a nombre de quién facturamos o inscribimos los ficheros de datos personales; quién solicita licencias, etc. Definirá nuestra responsabilidad y nuestra sede social, y será una parte esencial en nuestra relación cono la administración y con nuestros clientes.

Llegado a este punto, y teniendo claro qué podemos hacerlo y cómo lo vamos a hacer, toca preguntarse: ¿qué voy a necesitar proteger? Ya hemos tratado este tema en otras ocasiones (¿recordáis los siete samurais?), pero hablamos de aspectos como las responsabilidades de los socios, la marca con la que vayamos a presentarnos al mercado, el más que seguramente existente dominio web, nuestra información confidencial, las obligaciones en materia de protección de datos y comercio electrónico (¿aún quedan negocios que no funcionen, al menos en parte, online?), la propiedad intelectual e industrial de mis creaciones, proteger la app que estoy creando o el diseño de los muñequitos que venderé, los textos de mi blog…

Obviamente, dependiendo de nuestra idea aparecerán necesidades diferentes, pero debemos tener claro cual es el corazón de nuestro negocio. Puede que no podamos afrontar todos los gastos legales al principio (aunque fuera lo deseable, que conste), pero al menos los que resulten vitales es preciso tratarlos como tales. Si dedicamos meses de trabajo a conseguir una imagen de marca por la que se nos reconozca en un determinado sector… resultaría un desastre que perdiéramos el derecho a usarla por no haberla registrado y que otro se nos adelante, ¿verdad?

Las pymes, micropymes, las iniciativas autónomas… de un tiempo a esta parte se han convertido en “la gran esperanza” no sólo para las personas que lanzan este tipo de negocios sino, en realidad, para el resurgir de la economía en general. Puede que los árboles más grandes del jardín sean las grandes multinacionales, pero sin el césped que van creando pymes y startups pocos “brotes verdes” vamos a ver. Así que, aunque los primeros pasos sean desde el sofá del salón, ¡que no falten el ánimo, el trabajo y la firmeza en los pasos! Si se hace todo con el debido cuidado, al final os sentiréis en vuestro negocio como… bueno, como en casa.

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