Imaginen que se han embarcado en el desarrollo de una nueva aplicación informática, un proyecto que promete ser un éxito. Tras meses de trabajo, el equipo de desarrolladores está a punto de concluir el producto: ya parece estar listo para su lanzamiento. Están revisando los detalles finales, y alguien lanza una pregunta aparentemente inocente, pero crucial al fin y al cabo: ¿lo vamos a poder monetizar?
Pongámonos en contexto: desarrollar software hoy en día es un proceso que, inevitablemente, implica la integración de librerías de terceros: carece de sentido reinventar la rueda cuando ya existen soluciones sólidas y estables en el mercado, sobradamente probadas. Hacer uso de frameworks o líneas de código ajenos es una práctica común y eficiente, pero requiere un cuidadoso manejo de las licencias que los acompañan, incluyendo las grandes olvidadas: las de “software libre”. Las hay de varios tipos y, como veremos, la elección de unas u otras puede generar un impacto significativo en la posterior explotación del nuestro producto. Especialmente si buscamos comercializarlo… o atraer inversiones.
El software libre se distribuye bajo licencias que permiten utilizar, modificar y redistribuir el código libremente: de ahí que también se conozca como “de código abierto”. Sin embargo, existen multitud de modalidades de textos legales que, en la práctica, dan lugar a implicaciones muy distintas: de ahí que comprender sus diferencias se vuelva fundamental, comenzando por la distinción entre las dos grandes familias de licencias open source: las permisivas y las restrictivas, no siempre compatibles entre sí.
- Las licencias permisivas, como la MIT o la BSD, conceden mayor libertad al usuario en el uso del código. Por lo general, permiten integrar su contenido en desarrollos propios, crear una nueva versión e, incluso, integrarlo en un proyecto comercial con pocas restricciones. A menudo, basta con incorporar una referencia a la licencia en cuestión; si bien, en algunos casos, debemos publicar los cambios realizados sobre el código original.
- Por su parte, las licencias restrictivas, como la GNU GPL, imponen requisitos más severos. Al utilizar librerías distribuidas bajo uno de estos acuerdos, podríamos estar obligados a liberar el código fuente de nuestro software en términos similares; lo que permitiría a cualquiera acceder a su contenido, modificarlo y reutilizarlo bajo esas mismas reglas. Aunque esta filosofía es coherente con los principios del software libre y ha dado lugar a no pocos negocios exitosos, puede chocar frontalmente con los intereses comerciales de una empresa que busca mantener en secreto su propiedad intelectual… ¡o atraer inversores!
Pongámonos en el caso de una start-up tecnológica: fondos y business angels, por ejemplo, querrán asegurarse de que su software no está supeditado a restricciones que puedan limitar el retorno de su inversión. Un mal manejo de las licencias open source podría no solo ralentizar la comercialización, sino también hacer que pierdan oportunidades de entrada de capital.
Algo similar podría ocurrir si desarrollamos programas a medida para terceros. Las cesiones de derechos de propiedad intelectual llevan aparejada una garantía de explotación pacífica del software, es decir, de que el cliente pueda utilizarlo sin temor a problemas legales. Si incorporamos código con una licencia restrictiva, sin ser plenamente conscientes de sus términos y condiciones, podemos limitar la capacidad del cliente para explotar el software comercialmente o para integrarlo en otros desarrollos propietarios, o incluso enfrentarnos a posibles demandas en el futuro. Como ven, no se trata de una cuestión trivial: de ahí que resulte crucial conocer las implicaciones jurídicas de las licencias open source que incorporemos a nuestros desarrollos y saber si encajan con nuestro modelo de negocio, para evitar sorpresas desagradables y garantizar que alcanzamos las expectativas de clientes e inversores.
Es evidente que cualquier empresa desea ver su software finalizado, cubriendo las necesidades de los usuarios y, cómo no, generando beneficios. Pero para que este aparente éxito no se convierta en una desagradable sorpresa, es imprescindible prestar atención a las librerías de software libre que se utilicen en el proceso de desarrollo. De ahí que recomendemos que, desde la fase inicial del proyecto, tanto el equipo de desarrollo interno como los colaboradores externos tengan directrices claras sobre los tipos de licencias a los que deben ceñirse: definir este aspecto desde el principio y verificar que se respetan estas directrices nos permitirá asegurar, ya no solo que el código que tan cuidadosamente han elaborado funcione bien, sino que también esté libre de restricciones legales que puedan comprometer nuestro modelo de negocio.
En definitiva, mi consejo es claro: antes de lanzar su próximo producto al mercado, asegúrense de documentar bien las licencias detrás de cada línea de código, ¡y de conocer sus implicaciones! Es un pequeño paso adicional en el proceso de desarrollo, ¡pero podría ahorrarles muchos problemas en el futuro!