Puede que dos de las preguntas más repetidas a la hora de valorar un nuevo proyecto de software sea, ¿y cómo piensas monetizar esto? ¿Qué licencias de software vas a utilizar?
Sin entrar a valoraciones sobre si todos los proyectos deben ser ponderados en base a criterios de rentabilidad económica (y cómo conseguirla), lo cierto es que hay determinadas ocasiones en que esta pregunta es, cuanto menos, importante. De plantearse la elección de la oportuna licencia de software como una cuestión inicial puede depender, incluso, parte de la misma programación y diseño.
Supongamos que creamos un software que permita realizar, de forma rápida y eficiente (incluso muy bonita visualmente, ya que estamos) alguna tarea determinada. Hemos ideado, en fin, una nueva “criaturita” a la que hemos dedicado incontables horas de trabajo, esfuerzo y creatividad. Salvo que tengamos una firme vocación opensoftware y queramos liberar nuestro desarrollo para su libre uso y modificación por cualquiera, es muy probable que nuestra intención sea compensar ese esfuerzo realizado cobrando por el uso del programa.
¿Cómo hacerlo pues? En alguna ocasión hemos hablado de los riesgos de permitir un uso no regulado (o mal regulado) de los desarrollos de software, pero hoy nos centraremos en las principales formas de licenciamiento, entre las que podemos optar, al menos en un primer momento; y en los aspectos a tener en cuenta en cada una de ellas:
- Licencia freeware: como su nombre indica, gratuita y libremente utilizable, sin limitaciones temporales.
- Licencia freemium: gratis… pero sólo para algunos usos. Ejemplos clásicos son la licencia gratuita para uso personal, pero no para uso comercial; o la licencia «lite», con limitaciones de funcionalidad que pueden evitarse comprando la versión completa.
- Licencia shareware: denominación inglesa para la «licencia de prueba». Ofrece casi todas las funcionalidades de forma gratuita, pero su uso se limita a un determinado tiempo (horas, días, semanas, meses…) y cuenta con sistemas que bloquean o imposibilitan usos posteriores.
- Licencia de pago: la típica para monetizar. Como autores del software damos una autorización única (mediante usuario y contraseña) a cada usuario para que acceda y use el software. Suele adquirirse sin limitaciones temporales, a través de un pago único; o por suscripción mensual o anual.
Obviamente, cada desarrollo de software es un universo particular con muchísimos aspectos a tener en cuenta a la hora de otorgar las licencias, pero en general, e independientemente del tipo de licencia a utilizar, es preciso que tengamos en cuenta algunos aspectos sobre los que reflexionar antes de decantarnos por una en particular.
- En primer lugar debemos procurar una adecuada protección de los derechos sobre el software. Aunque parezca una obviedad, delimitar claramente qué se puede y qué no se puede hacer por parte del usuario resulta indispensable para evitar acciones que afecten a la propiedad intelectual o industrial del desarrollo o sus contenidos.
- Además, las funcionalidades deben ser claras y concretas. Aunque a los usuarios siempre les apetezca lo contrario, un software no sirve para todo, y mucho menos para “esa precisa cosa que el usuario tiene en mente aunque no sabe explicar muy bien” por lo que es preciso dejar claro qué hace el software y cual es su función específica, así como la fiabilidad de los resultados esperados. De este modo evitaremos un porcentaje elevado de reclamaciones… o al menos podremos defendernos adecuadamente de ellas. Las limitaciones al uso deben ser explicadas de forma que los usuarios puedan reconocerlas, entenderlas y actuar en consecuencia. Cuanto más trabajada esté una licencia de software en este sentido, más fuerte será la defensa del creador/comercializador del software ante posibles reclamaciones o pretendidas responsabilidades derivadas del uso o resultados del mismo.
- De igual modo es preciso que tanto los conceptos por los que se cobra como, especialmente, las posibilidades de instalación, tipo de cuentas, número de usuarios o procesadores a las que se puedan optar, y las obligaciones de pago derivadas de ello, sean explicadas al detalle y (en caso de que sea necesario) mediante un sistema de instalación en el que quede constancia de que han sido leídas, entendidas y aceptadas de forma definitiva. Una explicación oscura o enrevesada puede conducir a la nulidad de alguna cláusula, y perjudica claramente las posibilidades de defensa del vendedor.
Por supuesto, eso no son más que algunas valoraciones iniciales que deben tenerse en cuenta y que resulta imprescindible concretar en un texto legal sólido que permita cumplir con todas las exigencias legales al respecto. Aunque estos aspectos suelen salirse del espectro de experiencia del desarrollador, resulta muy importante dedicarles un poco de tiempo y esfuerzo y contar con asesoría adecuada al respecto.
Si París bien vale una misa, creerme si os digo que vuestra “criaturita” bien vale una charla con un abogado sobre licencias de software: además los abogados (normalmente) no pedimos conversión de fe, aunque la confianza será bien recibida.